martes, 23 de marzo de 2010

Cantos a la vida y a la muerte de los otros.

Derrida se hacía la pregunta ¿Qué es vivir juntos? e inevitablemente surgía la pregunta ¿Se puede acaso no vivir juntos? La alteridad es un existenciario en terminología heideggeriana. El “ahí” ya incluye al otro, lo que no soy yo pero que me configura, delimita mi espacio pero también me abre las puertas.

El ser humano en soledad ensueña pero esta no es una experiencia solipsista aunque sí, valga la redundancia, solitaria. No es solipsista puesto que, al acceder a los mundos de la ensoñación, establece un tipo de comunicación, se le aparecen las imágenes amadas y sueña, al fin y al cabo, con expresar lo inexpresable y ese es el sentido de la poesía, íntima expresión pero en ningún caso hermética. No, porque allí donde está la palabra se abre un mundo de significado, de sentido, aunque siempre esté limitada. Nunca se expresa todo lo que se quiere expresar ni se entiende todo lo que se “debería” entender pero ¿existe la palabra concreta para estas sutiles realidades? ¿no es acaso el margen de interpretación (o incomprensión, como escribió Nietzsche) lo que nos hace comprensibles? Si, como pensaba Hegel, al final del camino la realidad se nos hiciera transparente ¿no moriría el ser del ser humano?

No es la razón sino el sentimiento lo que más nos humaniza, en el sentido de que nos devuelve la conciencia de ser seres frágiles e imperfectos, vulnerables hacia el otro. Es el poder de comunicar sentimientos lo que nos une en esencia puesto que antes de lo razonable está la motivación, la voluntad de poder (comprender, crear, comunicar, amar, dañar, herir, matar) y el fracaso de la misma no es una desviación empírica sino la corroboración de nuestro peculiar modo de ser en el mundo.

Si existe un destino para el ser humano este sólo puede ser el Otro, y este es un destino inevitable como pensaron los griegos. Al final te alcanza terriblemente en el amor, tediosamente en la cotidianidad, sorprendentemente en la amistad y dolorosamente en la muerte. Con respecto a la muerte del Otro, Jorge Semprún hace una reflexión en torno a este “vivir la muerte” y en concreto a la sentencia de Wittgenstein “La muerte no es un acontecimiento de mi vida. La muerte no puede ser vivida”. Ahora cito directamente la reflexión de Semprún: “indudablemente la muerte no puede ser una experiencia vivida -vivencia en español- cosa sabida desde Epicuro. Ni tampoco una experiencia de la conciencia pura, del cogito. Siempre será una experiencia mediatizada, conceptual, experiencia de un hecho social práctico. Lo que constituye una evidencia de una pobreza espiritual extrema. De hecho, siendo rigurosos, el enunciado de Wittgenstein debería escribirse así: Mi muerte no es un acontecimiento de mi vida. No viviré mi muerte.” La muerte de los otros sí puede ser vivida y esa experiencia en concreto es la que nos pone en tensión, en el límite, en nuestro límite. El relato de Jorge Semprún de donde he seleccionado este texto “La escritura o la vida” se desarrolla en un escenario concreto, el Lager, donde la excepción era la vida y la muerte de los otros se presentaba como una amenaza, repetitiva e incluso tediosa.

El territorio íntimo del ser humano es el cuerpo pero, como señaló inmediatamente después Merleau-Ponty, cuerpo vivido. El “vivir” del hombre se caracteriza precisamente por la superación de la inmediatez de las necesidades biológicas y en esta superación, radica su libertad. Una libertad que se enmarca en el tiempo y este es su límite pero no el único. Aquí está la paradoja: El ser limitado pero condenado a pensar sus límites, es decir, a intentar transcenderlos. En esta pequeña reflexión, el límite que analizamos es el Otro. El ser humano no sólo se limita por necesidad en el otro sino que se transciende así mismo en la alteridad. Es lo que es sólo de manera relacional. Se podría así analizar la afirmación de existencialistas como Sartre “el ser humano si fuese inmortal no sería humano” pareja a la nuestra “el ser humano sin el otro no sería tal”.

El cogito cartesiano, la experiencia solipsista del pienso luego existo ha quedado refutada, entre otros filósofos, por Nietzsche: Existo luego pienso pero ¿Qué es existir para el ser humano? Existir ahí, arrojado a ese ahí, imperfecto ahí, con el imperfecto otro, desde su imperfecto ser para vivir y para morir. El ser humano no sólo es para la muerte sino, sobre todo, un ser para la vida. Antes que el destino fatal de la muerte tiene que vivir la experiencia fatal de ser para los otros en tanto que es para sí mismo y siempre en esta dialéctica y nunca fuera de ella.

Hay un verso de Miguel Hernández que recoge exactamente lo que quiero expresar sólo que de manera poética y genial. Pertenece a un poema llamado “Sentado sobre los muertos” que se puede encontrar en Poemas sociales de guerra y muerte. El poema entero lo recomiendo encarecidamente.

Aquí estoy para vivir

mientras el alma me suene

y aquí estoy para morir

cuando la hora me llegue,

en los veneros del pueblo

desde ahora y desde siempre.

Varios tragos es la vida

Y un solo trago la muerte.

Cuando leí por primera vez este poema no entendía qué significaba “veneros”. Viene de la palabra “vena” y tiene dos acepciones que aquí me interesan: Origen o principio de donde procede algo y manantiales de agua. Los orígenes del pueblo, es decir, la comunidad de los otros, siendo más que puramente otros, son estos cantos a la vida y a la muerte. Canto a la vida como desdichas y alegrías experimentadas entre los otros y sobre todo a la vida, reforzada por esa segunda acepción de “veneros” como manantiales pero, también y al final, canto a la muerte como la experiencia del morir ajeno pero no enajenante. Como experiencia de unión en lo inevitable, como vivencia fraterna de ser hijos de la misma tierra.


6 comentarios:

Angélica dijo...

Ayer un amigo me dijo que tanta cita podía perder el tema nuclear del texto. Lo sé y comparto con él la opinión pero citar es un principio de honestidad intelectual aunque pueda sacrificar parte del estilo. Saludos y gracias a mi amigo.

Heimdall dijo...

Aún estando de acuerdo con tu amigo, opino que consigues salvar el tema nuclear del texto a pesar de las abundantes citas. La razón de ello es que no solo citas autores sino que "hilas" sus pensamientos a los tuyos propios marcando una clara (si se puede decir así) "linea argumental" donde todo el tiempo estas tú mostrandote. Por el resto, pienso que es un texto muy denso que me llevaría todo el día y mucho espacio comentarlo decentemente. Solo me "limitaré" a decir es ciertamente, la afirmación del "yo" es cuando encontramos lo "otro" pero la afirmación de la realidad o la aspiración al saber es cuando pasamos incansablemente del "yo" a lo "otro" y de lo "otro" al "yo". Porque sabemos que hai un "yo" pero ¿Hasta que punto sabmos que "ese ahora" soy yo? Y lo mismo para lo "otro" ¿Hasta que punto "eso ahora" es lo "otro"? ¿Hay una linea entre el "yo" y lo "otro" o como suele ocurrir en esta nebulosa realidad, hay un momento en el que las dos cosas se diluyen y se funden en una sola? El espacio, el tiempo y la vida misma son tres aspectos tal vez inabarcables que nos mueven pero a pesar de todo, debemos "verlo" por inverosimil que sea porque a fin de cuentas, la filosofía es la parte más honesta y más humana del propio ser humano. Se merece ser atendida.

P.D:Buffffff!!! Pedazo tacote! XD Espero que no sea lioso leerlo. Un saludo y enohabuena por el texto!

Angélica dijo...

Quizás, la honestidad en esta cuestión sea ver que no hay identidad cerrada ni del "yo" ni del "otro" y que precisamente, como señalé en el texto "un ejercicio de memoria" y cómo decía un amigo mio (el que precisamente me dijo lo de las citas excesivas)"la identidad sea sólo una ficción más". No se trata de saber que soy "yo" en cada momento sino de asumir ese proceso generador de formas efímeras que es la vida. La dialéctica del conocer es, ciertamente, ir del "yo" a lo "otro" de manera incansable. Para mí el "yo"romántico está muerto y, por lo tanto, se debe asumir la fatalidad de ser con el otro y no imponer al mundo los anteojos con los que nosotros vemos la vida. Tarea dura pero decisiva. Lo mejor, digo, es cantar la poesía de esta experiencia sin final edificante. Como el mito griego de Anteo, cuando flaqueen las fuerzas, lo mejor es tomar las fuerzas de la tierra.La metafísica, hasta ahora, ha intentado separar lo insaparable para reduccir (o no asumir) la complejidad de la vida y, por tanto, a mi jucio, la belleza y el dolor. El superhombre (que no es el mejor hombre sino lo que viene después del hombre, como creo que hemos hablado)debería vivir aceptando que hay cosas que no es posible comprender y dejar de sistematizar la realidad. Saludos.

Denís Pintos Cardalda dijo...

Eh!! Falta un post... :( por qué lo borraste? Lo reclamo de vuelta en tu blog! :)

Angélica dijo...

Lo sé, pero es que tuve un momento de "ay ay qué "coño" (tortita en la boca) estoy escribiendo" y lo borré. Quiero una buena crítica literaria de un gran filólogo para las próximas entradas y textos tuyos que leer. Podríamos hacer uno sobre nuestras discusiones sobre la sociología del lenguaje y esas cosas que tanto te gustan ;)besos, lindo.

Isabel dijo...

Yo quiero que actualices el blog ya!!
Fdo: tu amiga isa, sedienta de nuevos posts, que los viejos ya me los sé de memoria